La última entrada de mi blog causó un pequeño revuelo ¿o no? Mi madre dijo que la hizo llorar. Mi hermana que si eso hubiera sido un trabajo de clase y ella la profesora, habría escrito en el papel: “¡Ven a verme!”. Mi buena amiga en Alemania, Sabina (que es, en parte, responsable de que Pedro y yo nos conociéramos hace casi 20 años), escribió y dijo que le hacía sentirse triste la afirmación de que en España nunca fuera a sentirme como en casa. Y mis suegros ahora creen que no nos vamos a mudar nunca (aunque no termino de estar segura de ¡si alguna vez se lo creyeron!). ¡Ay, Dios mío!
Hace unas semanas, el hermano de Pedro le envió un email diciendo que le había tocado estar en una mesa electoral durante las próximas elecciones generales del 20 de noviembre y que su presencia era requerida. A Pedro le jod…molestó bastante. Yo, por otra parte, ¡sentí un frenesí inusitado! El día 20 resulta ser el domingo anterior a la fiesta de Acción de Gracias en los Estados Unidos que siempre cae en jueves y hacemos puente el viernes. Me imaginé tomándome libres el lunes, el martes y el miércoles, dándonos así una semana de mini vacaciones en España. Pedro tendría que cancelar sus clases, pero ¿y qué? ¿Quién va a clase durante esa semana?
En el trabajo, mi frenético entusiasmo siguió creciendo al pensar que era la ocasión perfecta para dar a conocer España a mi colega, amiga y compañera de viaje por el mundo: Christina. Me fui volando a su despacho y le conté mi plan y todas las cosas estupendas que podríamos hacer, como ir a mi churrería favorita...
sentarnos al sol en mi parque preferido de Toledo...
degustar algunos de los famosos platos de mi suegra (este plato de croquetas fue devorado en 5 minutos un mediodía de junio)...
y pasar el rato con algunos de mis entretenidos parientes políticos.
Incluso la invité a quedarse en casa de mis suegros. Era fácil imaginarla allí con nosotros durante la comida, saboreando esa comida española que sé que le encantaría. De verdad que pensé que no sería problema volar a España durante una semana, disfrutar de esos sonidos e imágenes que resultan familiares en Toledo y después volar otra vez y estar lista para volver al trabajo el lunes 28. ¡Sin problema! ¿No?
La pobre Christina veía las cosas de diferente manera y contestó de la forma que lo haría cualquiera en su sano juicio. Dijo que era un viaje odiosamente largo y que esa semana es la que usa ella para “desconectar” antes de las vacaciones de Acción de Gracias y luego las de Navidad. Añadió que su marido, Harry, ya había planeado hacer un viajecito ese fin de semana y que a ella le gustaría conocer España con él, los dos juntos. Cualquier excusa que ella ponía para no ir, era contrarrestada por mí con un encogimiento de hombros y un claro y alto “¡Venga, vamos! ¡Venga, vamos! ¡Venga, vamos! Era tal mi entusiasmo con la idea de salir de Reno y volver a España durante una semana que había ignorado los aspectos prácticos del viaje. ¿Por qué? Porque al fin y al cabo España no resulta un destino lejano para mí. España resulta algo familiar, algo como… ¿el hogar?
Al final, Pedro pudo escaparse de su “responsabilidad” con el gobierno de España, lo que le hizo extremadamente feliz, pero a mí me causó cierta tristeza. De verdad que quería hacer este viaje, aunque no fuera práctico. Desde que dejé España en junio, algunos cambios importantes han tenido lugar, como que mi sobrino Diego haya dado ya sus primeros pasos. ¡Y nos lo hemos perdido!
Me voy a permitir una cita de mi anterior entrada del blog: “Familia, historia y el sentido de pertenecer a un lugar constituyen lo que conocemos y sentimos como el HOGAR”. Si esto es de verdad así, entonces me parece que he establecido algunas raíces en España y que podré sentir al menos ALGUNOS aspectos del hogar.
Todavía quiero ir a España durante la semana de Acción de Gracias. ¿A alguien le apetece una cena a base de pavo?
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